Nací y crecí en Madrid y desde pequeña siempre tuve claro que mi vida profesional estaba lejos de una oficina así que me imaginaba estudiando biología, enfermería… pero mi curiosidad y mis ganas de estar cerca de los otros me condujeron al mundo de la psicología. 

Durante la carrera me interesé por muchísimas ramas, pero acabé especializándome en Neuropsicología. Me fascinaba como el comportamiento podía modular nuestro cerebro. Mi intención era dedicarme exclusivamente al trabajo con personas con trastornos del neurodesarrollo o que han sufrido daño cerebral. 

Sin embargo, el Máster en Psicología Sanitaria me abrió una nueva puerta: la psicoterapia integradora. Me enamoré entonces de la teoría del vínculo (los vínculos con los otros nos enferman y nos sanan) y así me fui aproximando a la teoría del apego y del trauma. 

También aprendí que la “reparación” llega cuando podemos integrar mente, cuerpo y emoción.

Por eso, en las sesiones trabajamos dándole importancia al vínculo. 

Nos aproximamos de forma curiosa a lo que nos genera malestar y buceamos en nuestra historia para conocernos mejor y saber cómo tenemos que acompañarnos, desde un lugar libre, seguro y sin juicios.